Primera sangre

Hola!!

Nuestro compañero Katxan, ahora ya autor habitual de este blog, ha preparado otro post que esperemos que os guste

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En España se llamó Acorralado, pero aquél film típico de Stallone (parco en palabras, sobrado en acción), llevaba por título en Estados Unidos First blood (primera sangre), al igual que la novela en la que se basaba, obra del autor David Morrell.

LA NOVELA

El libro apareció en 1972. El contexto, unos Estados Unidos que llevaban varios años rebajando su participación en la guerra de Vietnam entre protestas civiles y veteranos que volvían a casa traumatizados y a menudo mal vistos por una sociedad que había sido testigo a través de los televisores de las atrocidades cometidas en el país asiático. La más impopular de las guerras y las secuelas psicológicas en los soldados fueron el marco elegido por Morrell para narrarnos la historia de uno de estos hombres, un desarraigado sin familia, la herramienta de un gobierno que le convirtió en una máquina de matar y que, una vez rota, la deshecha sin miramientos.

Y es que Rambo (en la novela no se llama John) carga en su alma apesadumbrada el peso infernal de lo vivido en Vietnam, que ha dejado su cabeza con todos los tornillos flojos. Rambo es un tipo que lucha denodadamente por mantener bajo control sus monstruos interiores, porque sabe que una vez desatados, la más terrible de las catástrofes tendrá lugar. Si la cabeza de Rambo vuelve a Vietnam, donde la moral se anula y solo queda la supervivencia pura y dura, será el infierno sobre la tierra.

Este es el personaje, un tipo atormentado que vaga sin rumbo por las carreteras, sin ningún objetivo definido en la vida. Hasta que llega a un pueblo donde no son muy amigos de los vagabundos medio idos. Hasta que un sheriff toca las narices de quien no debería. Hasta que Rambo es llevado a un extremo donde no puede seguir teniendo bajo llave a sus monstruos interiores. Hasta que estos monstruos salen al exterior y, cual moderno Hulk desaforado, destruye a todo y todos cuantos se cruzan en su camino. Los recuerdos acuden a él en tropel cuando es maltratado en la oscura cárcel de un pueblo perdido de Kentucky y rememora su estancia como prisionero torturado en Vietnam. Y entonces es cuando la presa no aguanta la presión y se desmorona dejando manar el odio y la violencia.

Morrell usaba en su novela un estilo directo, sencillo, muy cinematográfico, si queremos usar el término, donde las cosas sucedían a velocidad de vértigo y no se andaba con rodeos ni remilgos. Nada de 5 páginas describiendo el verdor de los bosques, solo un puñetazo en el estómago. Stephen King utilizó esta novela durante bastante tiempo como libro de texto cuando dio clases de escritura creativa en la universidad de Maine. Tuvo bastante éxito y se tradujo a 26 idiomas.

LA PELÍCULA

Hasta aquí lo que da de sí la novela. Morrell vendió los derechos para una adaptación cinematográfica y el proyecto estuvo danto tumbos por diversas compañías durante años (llegaron a redactarse 18 guiones) hasta que se hizo realidad de la mano de los ambiciosos productores  Andrew G. Vajna y Mario Kassar ¡Cuánto le debe el cine ochentero a estos dos!

Con gran visión, contrataron a Silvester Stallone para el papel principal, un resultón (y cabezón) Brian Dennehy y un veterano y algo olvidado en aquel momento Richard Crenna como coronel Trautman.

La trama de la película sigue más o menos fielmente lo relatado en el libro, pero hay alguna diferencia llamativa. Quizá la más notable es que en la película John Rambo, que aquí sí que tiene nombre, no mata a ningún policía ni soldado, mientras que en la novela es un no parar sangriento de masacrar sin piedad a todo bicho viviente, civiles incluidos. La expresión “muere hasta el apuntador”, nunca estuvo más justificada que en el libro de Morrell. Para quienes hemos visto la película y leído la novela supone un shock, porque la personalidad del Rambo contenido del film, ese avatar de destrucción que mide su rabia y controla su furia a duras penas, contrasta infinitamente con el incontrolable Rambo de papel, más bestia que hombre, una trituradora de carne que no conoce misericordia, ni piedad, ni remordimientos.

No sabría decir si esto supone una violación intolerable del espíritu del personaje de Morrell, porque lo cierto es que la composición que hace Stallone de su John Rambo sí que conserva su esencia. Siempre se ha achacado a  Stallone el ser un mal actor. Desde luego, no es Marlon Brando, pero en el tipo de personajes que él hace, donde no debe dar muchas explicaciones ni alardear de emociones profundas, sino más bien primarias, lo borda. Rambo se ganó una fama de saga de películas hiperviolentas y de pura acción (creo que mucho más a raíz de la segunda y tercera partes que de ésta primera). Y, sin embargo, el John Rambo de Acorralado, bajo un guion de cuatro frases donde los silencios dicen más que las palabras, contiene mucha más profundidad psicológica de lo que parece a simple vista. Y, desde luego, parece una monjita al lado del personaje original.

Siempre me ha fascinado de las películas de acción lo bien que retratan a cualquier personaje con dos pinceladas gruesas. Son películas donde no son necesarias interminables frases altisonantes para hacernos entender la psique de los protagonistas. Acorralado es el ejemplo perfecto de esto. Actores carismáticos, un malo a la altura y buenas escenas de acción. No hace falta nada más. Y, con esto, nació la leyenda, un John Rambo que nació con Acorralado, creció con Rambo II, nos hace reír a día de hoy con un Rambo III aliado de los talibanes afganos luchadores por la libertad y la democracia –sic-, tuvo una segunda juventud con Rambo IV y una vejez algo patética con Rambo V y sus españoles haciendo el papel de mexicanos.

Cosas a destacar: una gran fotografía, un malo que tampoco es que sea un perfecto cabrón, de hecho parece un tipo majo e íntegro a ratos, buenas escenas de acción (ese camión atravesando la barrera de coches, me recordó mucho al vehículo de El jinete nocturno de la primera Mad Max cuando revienta la autocaravana), pocas frases pero icónicas y alguna imagen para el recuerdo, como la de Rambo con la MG42 en una mano y la cinta de balas en la otra reventándolo todo mientras los casquillos vuelan en todas direcciones. Grandioso.

Literatura y cine sin grandes pretensiones, pero tremendamente divertido. Porque no todo en la vida tiene que ser el Ulises de James Joyce ni Ciudadano Kane. A veces a uno le apetece no ir a El Bully y comerse una buena hamburguesa. Sangrienta, como debe ser.

Katxan

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